miércoles, 30 de julio de 2014

De molinos, molineras y moliend




La escritura etnográfica con frecuencia se mueve, de acuerdo con Michel de Certeau, del centro a la periferia. El centro es el espacio en el que los caracteres buscan y obtienen sus bienes; la periferia es el de lo prohibido, de la transgresión, del margen. Uno de ellos es el lugar donde se sitúa el molino de agua, un clásico símbolo rural. Asocia al tan denostado personaje del molinero y de la molinera. La importancia económica del molino en las zonas rurales de la Ribeira Sacra fue vital en el siglo pasado. En este sentido es fácil trazar una sinuosa ruta de molinos por sus laderas, entre los altos de Cristosende y A Lama, ya en el Concello de Parada de Sil, situados al lado de un regato, en el margen de una aldea. La mayoría en ruinas; aún en la memoria de las gentes, convertidos apenas en un montón de zarzas y peñascos.

Un par de ellos, cercanos uno del otro, al lado del regato que, en las largas invernadas, baja cantarín por las laderas de Espiñas y Os Fiós, y termina calmado al lado de Rabacallos. Cercano a esta pintoresca aldea apenas la techumbre de otro viejo molino. Los senderistas pueden ahora visitar dos molinos restaurados situados en Tramborrios, uno para el centeno, el otro para el maíz. Ladera abajo, ladera arriba, por retorcidos senderos, llegaban las caballerías cargadas de granos para volver, ya hecha la molienda, a sus aldeas. Marcaban el ritmo de una economía de subsistencia, frugal, mínima: hogazas de pan centeno que cada quince días se horneaban, acompañando al caldo de mediodía, alrededor del fuego de una sombría lareira. Relatos aun presentes en la memoria de las viejas generaciones, objeto de una vasta antropología cultural aún sin escribir, y apenas documentada ligeramente en notas a pie de página.


http://www.laregion.es/opinion/antonio-carreno/molinos-molineras-y-moliendas/20140721084106483214.html

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